Hoy me desperté muy tarde, ¡a las 7 am! (el último día de blog que empieza "hoy me desperté", me envicié con esta intro). Transpirada.
Se rompió el hechizo de la anemia, me siento muy bien y la paleta de colores está como antes. Veo mejor y el cuerpo responde. Puedo subir escaleras y caminar varias cuadras seguidas sin cansarme. Probé mi elongación y está mejor de lo que pensaba. Estuve trabajando en un fotomontaje y tuve ideas. Quizás vuelva a tener sueños de noche. Mi cuerpo ya terminó con su tarea de primeros auxilios y ahora puede pasar a las de segunda necesidad. Mientras los corticoides se encargan de tener todo más o menos bajo control. Ahora no quiero caer en un estado conformista en el que está todo solucionado y descansar. Queda la investigación, porqué pasó y cómo hacer para que no vuelva a pasar.
No quiero olvidarme y perder el placer que sentí hoy caminando por mi barrio mirándolo encantada como una ermitaña que sale a hacer fotosíntesis. Es que al final los clichés son la verdad -y lo cursi lo sincero-. Y cuando estás privado por un tiempo de salir a la calle, bailar, trabajar o tener salud después cuando volvés a tenerlo, disfrutás de una forma multiplicada. Lo ideal sería no necesitar estar privado de todo eso para valorar las cosas, claro.
Pero estamos en un sistema en donde nos hacen creer que las necesidades básicas cada vez son más sofisticadas e infinitas porque una te pide otra y así se crea una cadena de deseos imposibles por definición que solo producen insatisfacción e incapacidad de disfrutar de lo realmente importante. Qué pérdida de tiempo.
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